La Cueva del Santo Hermano Pedro es considerada como un Bien de Interés Cultural (BIC) en la categoría de Sitio Histórico. Un espacio religioso al que puedes llegar desde El Médano en una bonita ruta de senderismo a través del Barraco de los Valos.
Te enseñamos la ruta, entramos a la cueva del Hermano Pedro y descubrimos la historia del primer santo canario.
Ruta de senderismo hacia la Cueva del Hermano Pedro
Empezamos desde el final del paseo marítimo, justo al principio de la playa del kitesurf.
En vez de seguir la orilla, gira a la derecha, pasando por delante de la escuela de kitesurf Surf Center Playa Sur.
Al fondo verás un puente bajo la carretera. Deberás pasar bajo el puente para iniciar el camino.
Ahora tan solo sigue el camino, avanza disfrutando del paisaje del Barranco de los Valos, tomando en un momento el desvío hacia la izquierda.
Llegará un momento en el que te encuentres con el cartel que te indicará que has llegado a la cueva.
Cómo llegar – Mapa de la ruta
La Cueva del Santo Hermano Pedro por dentro
Al entrar al recinto encontrarás la Cueva del Sto. Hno. Pedro, un espacio religioso en honor al hermano Pedro, beatificado por el Papa Juan Pablo II en 1980.
Desde 1999, la Cueva del Santo Hermano Pedro y su entorno tiene la consideración de Bien de Interés Cultural (BIC) en la categoría de Sitio Histórico, un título de protección otorgado por el Gobierno de Canarias.
Celebraciones en la Cueva del Hermano Pedro
- El Camino del Hermano Pedro. En abril, durante la festividad del Santo Hermano Pedro, los peregrinos recorren la ruta pastoril que Pedro recorría con sus cabras desde el pueblo de Vilaflor (lugar donde nació).
- Festividad de San Pedro Apóstol. El 29 de junio, miles de personas se reúnen en la Cueva del Santo Hermano Pedro para celebrar una eucaristía presidida por el obispo de Tenerife,
- Ruta Nocturna al Ere del Hermano Pedro. Cada mes de septiembre se celebra una ruta teatralizada con actividades alrededor de la cueva. La ruta va desde El Médano y es la que Pedro usaba para dar de beber a las cabras, en un abrevadero natural al fondo del barranco.
Así fue la vida del Santo Hermano Pedro
El hermano Pedro nació en Vilaflor el 19 de marzo de 1926. Sus padres se llamaban Amador González y Ana García. Tuvo otros 4 hermanos.
Era una familia muy religiosa, la que Pedro aprendió muy pronto no solo la oración, sino también la penitencia y el ayuno.
A los 11 años se ofreció a trabajar como pastor para pagar una deuda que tenía la familia. Durante 12 años estuvo cuidando los rebaños de cabras, que durante el invierno, hacía bajar a los terrenos más cercanos a la costa buscando un clima más favorable. Solía cobijarse en la que hoy se llama La Cueva del Hermano Pedro, cerca de la cual existe un pozo de agua, con la que abrevaba a sus cabras.
A los 23 años, su ilusión de ser misionero le hace partir hacia América. Llega a Cuba, trabaja como tejedor hasta que tuvo la oportunidad de embarcar para Honduras y, desde allí, caminando, llegó a Guatemala donde permanecería toda su vida.
Al llegar cansado y enfermo, con hambre y sed, tuvo que ser internado en el Hospital. Al salir, tuvo que buscarse la vida trabajando de nuevo como tejedor en casa de Pedro Armengol. Siguiendo los consejos de algunos amigos, comenzó a estudiar para sacerdote. Pero le costaba tanto esfuerzo y era tan escaso el rendimiento, que tuvo que dejarlo. Su futuro iba por otro camino.
A los 29 años, recibió el hábito de terciario franciscano. Trabajó en la construcción de la iglesia de El Calvario, que se convirtió en su ligar favorito de encuentro con Dios y sosiego espiritual.
En su tiempo libre salía a recorrer las calles de la ciudad, visitando enfermos, atendiendo a los necesitados y entrando en contacto con los problemas de la gente. Se dio cuenta de que había muchos niños abandonados y decidió ayudarles. Un día tuvo la oportunidad de adquirir una pequeña casa que había pertenecido a María Esquivel, una anciana a la que él visitaba con frecuencia y la que acompañó en el momento de su muerte. Con la ayuda de algunos bienhechores, en la que un maestro, pagado por él, enseñaba a los niños.
Podemos decir con verdad, que el Hermano Pedro fue el precursor y fundador de la primera escuela de América como también sería de la asistencia social entre la población de Guatemala.
Aunque en Guatemala había en su tiempo cuatro hospitales eran totalmente insuficientes. Y los enfermos, sin estar aún reestablecidos, tenían que abandonar su cama y marchar siendo muy frecuentes las recaídas incluso las muertes por este motivo.
Pedro, que había conocido esta realidad en su propia carne, pensó que era necesario construir un hospital para estos convalecientes. Pide permiso al Rey de España y comienza su obra, a la que dedicaría toda su vida. Le pone por nombre Hospital de Belén, en honor al nacimiento de Jesús, por el que sentía una gran devoción. Fue el primer hospital para convalecientes del mundo.
Al ver la hermosa obra que el Hermano Pedro estaba realizando con los enfermos convalecientes se fue reuniendo en torno a él un grupo de Hermanos de la Tercera Orden Franciscana que se ofrecieron a colaborar con él. Así nació la Orden Bethlemita, de la que fue fundador. En principio fue una comunidad masculina pero, años más tarde, se formó también rama femenina ampliamente extendida por muchos países de América Latina.
Era costumbre del Hermano Pedro recorrer las calles de la ciudad durante la noche, visitando enfermos o cargando a veces una cruz sobre sus hombros. Llevado por su ansia de que todos los hombres se salvarán, solía proclamar acompañado por el toque de una campanilla coplas como la tan conocida:
«Acordaos hermanos que un alma tenemos
Y si la perdemos, no la recobraremos.»
Fue un hombre que supo unir admirablemente una vida intensa de oración con una preocupación extrema por los necesitados. Para facilitar el transporte de los enfermos a su hospital tuvo la idea de amarrarse a su espalda una silla en la que llevaba a los impedidos.
Otra de sus preocupaciones eran las mujeres que se dedicaban a la prostitución. Les procuraba un empleo digno y les ayudaba a salir del vicio. El jueves era el día que tenía asignado para visitar a los presas de la cárcel, a los que animaba con su palabra animosa.
Después de trabajar incansablemente durante dieciséis años, cayó un día enfermo con una fiebre muy alta y, a los pocos días, entregó su alma a Dios. Era el 25 de abril de 1667. Sus últimas palabras fueron: «Esta es mi gloria».
Era tan querido en Guatemala que, cuando murió, la gente entró tumultuosamente en la habitación para poder llevarse un trozo de las prendas del Hermano Pedro. Toda la ciudad acudió al funeral de su Santo.
El 22 de junio de 1980 fue beatificado por el Papa Juan Pablo II y el 30 de julio de 2002 fue canonizado por el mismo Papa, quien dijo en su homilía:
«Es un ejemplo eximio para los cristianos de hoy, a quienes recuerda que para ser Santo es necesario un cristianismo que se distinga ante todo en la oración.»